lunes, 1 de julio de 2013

Paralela al colchón y no quería ponerle título pero no me deja publicar si no lo hago

Con las fosas nasales paralelas a un colchón de dos plazas sin sábanas, pero sin oler absolutamente nada, pensar en algo, sin darse cuenta de lo hermosa que es la capacidad de cambiar de perspectivas, es simplemente estúpido.
Girar la cabeza, mirar la parte interna del codo que vaya uno a saber cómo se llama, y ver que el músculo se mueve con gracia al tipear. Ejercitándose, cómo cortando con tijeras.
Y saber que en sí no estás escribiendo demasiado, que estás simplemente tipeando algunas palabras para publicar algo, pero a la vez jugás a soltar las manos, la lengua, el oído (porque la literatura si no se escucha como corresponde simplemente no me gusta), la cabeza y los ojos.
Y después de pensar un poquito más en claro todo, darte cuenta que el flequillo no está impreso en la pantalla, que se puede mirar algo más arriba, desnudar el cielo raso, transpirar algo menos de gilada, respirar algo menos de alquitrán ,y que quizás alguien te lea, y se merezca un texto algo menos idiota, algo menos simple, algo más profundo, más llenador. "Si quieren algo llenador que se claven un guiso de lentejas" salta el guanaco. "Si quieren algo profundo que se vayan a la concha de su madre", sigue. Le paro el carro porque se nos va todo de mambo.
Hoy prefiero quedarme escuchando el silencio que la música bien fuerte disfraza. Y ver si en una de esas logro que te pongas en la misma posición, agarres una hoja lisa y metas mano en el teclado sin pensar demasiado en nada, pero sabiendo que cada palabra repercutirá a la hora de escribir un texto en el que te plantees la consigna: "no vale borrar absolutamente nada".

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