lunes, 16 de mayo de 2011

De Tamaras Alicias.

Un plato repleto de su comida favorita. Empiezan a comer gustosos, felices. Un bocado, dos, catorce, veinticuatro, setecientos ochenta y seis: el plato, impávido, continúa lleno. El botón de sus pantalones comienza a ajustarles. Lo desabotonan. Continúan comiendo golosos. "Es mi comida favorita", se dicen excusando su gula. Ven crecer poco a poco sus estómagos, sus brazos, su caderas. Todo se ensancha en sus cuerpos. Y empiezan a sentir culpa obesa y desagrado por la comida. Pero es su comida favorita, y no pueden dejar de comerla. Sienten que sus órganos estallarán pronto, pero se estiran y estiran, y no pasa nada. Siempre se estiran. Comen y comen y siguen repitiéndose el pretexto que tiene a la predilección por tal plato como centro. "Es mi comida favorita". "Es mi comida favorita". "Es mi comida favorita". Desearían, en el fondo, que el plato estuviera vacío, para no tener que comer más eso que tanto les gusta, pues están pensando que los vuelve desagradables...
Y cuando el plato esta finalmente vacío, les viene un vahído súbito, rompen en llanto y lentamente recuperan su forma original.